lunes, 16 de julio de 2007

La Peña de Israel volvió al Muro de los Lamentos


Volvimos al Muro de Los Lamentos para agradecer por el campeonato conseguido y pedirle al de arriba que nos siga dando una manito...


Reviví el video:

http://www.youtube.com/watch?v=4HWLfnD80LQ&eurl=http%3A%2F%2Fpislaba%2Eblogspot%2Ecom
%2F2007%2F07%2Frezo%2Dpor%2Dvos%2Ehtml



Generalmente uno se acuerda de Dios cuando está por despegar el avión, o cuando la hija de 15 años vuelve sola de bailar a la noche, o cuando compra un billete de Lotería. Los hinchas de San Lorenzo fuimos al Muro de los Lamentos en enero, en el peor momento del Ciclón de los últimos diez años.


Goleadas en contra, jugadores amenazados por la barra brava, decepciones semanales. Todo mal. Creyentes y no tanto fuimos al Muro a pedir por un último recurso. Si es que hay alguien escuchando ahí tan cerca de la Sede Central del Barba, quizás se apiade de nosotros.
Como la empresa era casi utópica, hasta la prensa nos acompañó. Miles de cuervos alrededor del mundo –y hasta no cuervos- dibujaron una sonrisa cuando vieron semejante acto de amor a distancia por los colores que nos vistieron durante toda la vida, y que aún siguen allí, en medio del pecho azulgrana.
Mientras peregrinábamos al son de cantos futboleros y poco santos –por irónico que parezca-, comentábamos por lo bajo entre nosotros: “imaginate si de casualidad, llegamos a salir campeones este año después de venir acá, ¡imaginate!” Claro que ni el más creyente se lo imaginaba. Pero ocurrió.
A lo largo de los meses que pasaron desde Enero hasta el 10 de junio de la consagración, las imágenes del Muro pintado de azul y rojo nos acompañaban sin descanso. Todo Boedo festejaba domingo a domingo los triunfos, y nosotros sentíamos cada vez más que habíamos hecho algo grosso. Es que el fútbol, se sabe, es un rubro cabulero. Y ¿qué son las cábalas sino la religión del deporte más popular del mundo? Los cuervos de la Pislaba habíamos cumplido con el ritual más fuerte de todos; habíamos ido a hablar con el dueño del circo en persona. Y ahora la fiesta se estaba haciendo realidad. Nadie nos iba a convencer de no haber sido parte del milagro del San Lorenzo del Pelado Díaz.
Entonces volviendo a lo que decíamos en el principio: nos acordamos siempre de pedir que el avión llegue sano y salvo a destino, pero pocos de nosotros nos detenemos a agradecer cuando llegamos al aeropuerto, justito antes de abalanzarnos sobre los perfumes del free-shop. Pocas veces paramos la pelota para decir “gracias”. Y esta vez fue una excepción. Los cuervos de Israel, una semana después de haber festejado el título con un encuentro multitudinario; creyentes y no tanto, religiosos y laicos totales, fuimos a Jerusalem en el mes más caluroso del año, envueltos en los trapos de siempre, con gorros y hasta bufandas, al mismo Muro de los Lamentos, que cuando llegamos nos reconoció: nadie va llevando tanta alegría y color a un lugar tan milenario como sagrado.
Y fuimos a agradecer. No solamente el logro deportivo tan ansiado, sino los interminables momentos de alegría y felicidad que pudimos vivir durante medio año inolvidable, los encuentros a la madrugada, los israelíes que se ciclonizaron, los mails emocionantes de gente desconocida que llegaban desde Boedo, los abrazos de gol que empezaron despacito y se hicieron costumbre, por amistades que a fuerza de colores en común se hicieron más profundas y, por sobre todas las cosas, agradecer que la fe no pasa de moda; que por más increíble que parezca una empresa, siempre se puede tener esperanzas, y a veces no es en vano.
Ahora que esto ya es historia, sabiendo lo cabuleros que podemos ser, y teniendo la confianza de estar acomodados “ahí arriba”, me animo a apostar que todos los años alrededor de enero, se va a escuchar en la milenaria Jerusalem, el nuevo canto que se va haciendo costumbre: “El Kotel y el Ciclón, Un Solo Corazón”.

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